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Cello y la técnica Alexander

¿Estoy respirando?

 

Después de terminar la carrera de música en la universidad, quería continuar mis estudios de cello en uno de los conservatorios en el Reino Unido. Tomé tiempo y trabajé mucho durante dos años para preparar el concurso de ingreso. Por supuesto que el nivel para entrar al posgrado es muy alto, entonces cuando no entré en el primer intento no me sentí desalentada. Otro año de trabajo y otra ronda de concursos. En el concurso del Royal College of Music en Londres no tuve éxito, pero fue importante por la observación que me hizo el director de cuerdas Mark Messenger.

 

Después de tocar el primer movimiento del concerto no.1 de Schostakovich me dijo algo como:

 

“No podrías tocar este concierto completo. No porque no lo has estudiado, pero porque no respirás mientras tocás. No tendrás la energía necesaria para tocarlo de principio al fin.”

 

A nadie le gusta escuchar sobre lo que hace mal, ¡y menos a los músicos que trabajan tanto para hacerlo bien! Fue duro escucharlo, pero volví a mi profesora Penny Driver y le conté lo sucedido.

 

Nos pusimos a trabajar en eso. Exploramos estrategias: tocar con la boca abierta, sacar la lengua (¡no para tocar en público!), empezar cada frase en una exhalación, tomar cualquier oportunidad de pausa en la música para soltar los labios y soplar aire por la boca, tratar de respirar por la nariz.

 

Con todo este trabajo no era un momento para cambiar de profesor, entonces entré en el conservatorio en Gales, donde Penny daba clases, para hacer mi posgrado. Es cierto que en los años de estudio con ella mejoró muchísimo mi tocar, pero nunca llegué a un nivel donde tocar se sintiera bien. Costaba mucha energía, era difícil e incómodo. Cuando terminé en el conservatorio a los 24 años casi dejé de tocar música clásica.

 

¿Por qué cuento todo esto? Creo que por el cambio que he iniciado. Ese momento en el concurso, la observación un poco dura de escuchar, no me llevó directamente a la técnica Alexander, pero empezó un proceso de observación en el cual un paso ha sido hacer la formación para ser profesora de esta técnica aquí en Buenos Aires. Con este trabajo encuentro el sentido en todo lo que había trabajado con Penny. No fue tiempo perdido, aunque en su momento no pensé que había logrado mucho. Todas las palabras e ideas que me dieron varios profesores en clases o clases magistrales quedaron esperando el momento en que yo aprendiera a permitirme aprender. Y el resultado, ¡tocar el cello puede sentirse muy bien! Si hay incomodidad, la técnica Alexander me da herramientas para salir de ella. Si hay dificultad, tengo principios muy claros y simples para usar como guía en mi trabajo con el instrumento. Tocar un instrumento siempre require trabajar, pero cuando uno sabe que está aprendiendo y puede percibir el progreso y los cambios, este trabajo es muy placentero.

 

Es difícil poner la técnica Alexander en palabras, pero uno de los descubrimientos más importantes que hizo F.M.Alexander fue reconocer que la manera en que hacemos una actividad desafiante (en su caso fue recitar en público, en mi caso, tocar el cello) es la misma manera en que hacemos todas las actividades de la vida. Que yo restrinjo mi respiración mientras toco el cello no es algo específicamente relacionado al acto de tocar el instrumento, sino más bien a cualquier cosa que hago: al andar en bicicleta, escribir, trabajar en la computadora, limpiar la casa o lavar los platos, mi tendencia es dejar de respirar. Es en estas actividades cotidianas que se tiene que trabajar para cambiar los hábitos de uso de uno mismo. En mi experiencia, y en la experiencia de muchos otros músicos que trabajan con la técnica Alexander, este trabajo sin el instrumento es muy importante.

 

Entonces, escribiendo este texto me pregunto, ¿estoy respirando?

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